Ahora llevo a Ana
inconsciente fuera del bar, es muy liviana y no
pesa casi nada, así que no me resulta ningún problema que
llevarla al coche.
Incluso ahora se ve como un ángel mientras esta desplomada en el
asiento, con
el cabello castaño enmarcando su carita dulce. Le pongo el
cinturón de
seguridad, asegurándome de que está bien apretado. Me gusta así,
atada.
—Oh nena, que desperdicio, — suspiro tristemente.
Llamo a Taylor. Su noche libre ha terminado porque lo necesito.
—Tengo una situación. Nos vemos en la entrada trasera del Heathman
en
quince minutos. Necesito asistencia con entrada discreta.
—Entrada trasera en quince minutos. — Taylor confirma. Termino la
llamada.
Jodidos paparazzi, están acechando alrededor de cada esquina en
busca de
chismes jugosos. “Christian Grey llevando a una joven en coma
por el vestíbulo
principal del Heathman”, eso haría su día. Esa es la desventaja de
ser rico y
famoso.
Mientras conduzco la corta distancia de nuevo, sigo mirando a Ana,
ella parece
estar bien, está respirando normalmente, así que creo que sólo
necesita dormir.
Me alivia saber que tomó agua antes de que se desmayara, pero no
estoy
dispuesto a correr el riesgo de dejarla ahogarse con su propio
vómito, así que
voy a llevarla de vuelta a mi habitación de hotel. Ahí puedo
cuidar de ella con
más facilidad que en su casa, sobre todo si su compañera de
habitación y mi
hermano van a tener una noche apasionada.
Taylor se reúne conmigo como estaba previsto. Si está sorprendido
con lo que
resulta ser la “situación”, no lo demuestra en absoluto.
—Es sólo alcohol, no hay drogas involucradas. No creo que la
señorita Steele
necesite asistencia médica, pero ten los detalles de un médico de
confianza a
mano por si acaso. — le instruyo.
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—Sí, señor.
Nos guía a través de la entrada de servicio por la parte posterior
y luego a la
suite a través de la escalera de emergencia. Se ofrece a llevar a
Ana al subir las
escaleras, pero me niego porque yo no la quiero en los brazos de
alguien más,
ni siquiera de Taylor. Yo lo puedo manejar bien.
Al entrar en la sala, veo vacilar Taylor no está seguro dónde voy
a poner Ana.
Nunca ha visto a una mujer dormir en mi cama en todo el tiempo que
ha
trabajado para mí. Ha visto a muchas mujeres que venían y se iban,
pero
siempre han dormido en una habitación separada a la mía.
Me dirijo directamente a la cama y pongo suavemente Ana ahí. Ella
despierta
momentáneamente y murmura dormida, pero no comienza a vomitar de
nuevo,
gracias a Dios.
Ella se ve tan joven y tan dulce e inocente ahí acostada, creo ver
una expresión
de preocupación, o incluso de lástima pasar rápidamente a través
de la cara de
Taylor en un momento de descuido.
—Eso es todo. Te llamaré si necesito algo más. — le digo al
despedirlo, y sé que
él sabe que he traído aquí a la señorita Steele para cuidar de
ella, no para
aprovecharme de ella. Esa no es mi manera actuar. Todo lo
pervertido que pasa
en mi sala de juegos es totalmente con consentimiento, mujeres
totalmente
conscientes. No es necesario drogarlas, ellas de buena gana me
piden que las
folle.
Una vez que se ha ido, le quito los Convers a Ana junto con los
calcetines. Me
doy cuenta de que están un poco manchados de su abundante vómito,
al igual
que sus jeans. No la puedo dejar con ellos, están asquerosos.
—Srta. Steele, tengo que decir que no es como yo preveía
desnudarte, —
murmuro con ironía al deshacer el botón y bajar la cremallera de
sus jeans, los
deslizo hacia abajo por sus caderas, y luego tiro de ellos fuera
por la parte
inferior de las piernas.
No puedo hacer nada por mí mismo, es un festín para mis ojos, sus
hermosas
piernas largas y delgadas, que había mantenido ocultas hasta
ahora. Dios mío,
en realidad son las piernas de una supermodelo, pero me alegro de
que no sea
una modelo, no me gustaría que otros hombres se la comieran con
los ojos. Es
para mis ojos solamente, si tengo forma de
hacerlo. Y la suelo tener.
La pongo de lado para dormir por si acaso vomita otra vez, y veo
su suave y
perfecto trasero redondo, revestido en simples bragas de algodón
blanco. Oh
ella se merece ropa interior mucho mejor que esa. Me gustaría
verla en algunas
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bragas de seda y encaje obscenamente caras que muestren su
fantástico
trasero.
Mis ojos pasan ávidamente por el resto de su figura encantadora,
pero no la
toco. No sin su permiso. Pero puedo ver la curva de sus pechos
bajo su
camiseta, y no puedo dejar de imaginar cómo sería sentir su tacto,
acariciarlos,
chuparlos, follarlos... Cierro los ojos y trago saliva. Tengo que
dejar de pensar
en eso en este mismo instante, así que la cubro con el edredón de
manera
confiada.
Saco mi BlackBerry y llamo a Taylor.
—La ropa de la señorita Steele necesita ir a la lavandería. Tráele
algunas
prendas nuevas por la mañana. Algo azul.
—Sí, señor.
Sé que te verás muy bien en azul, por tus ojos
azul claro. Tengo muchas ganas
de ver esos ojos por la mañana. Todo lo que puedo ver, mientras
que ella está
durmiendo son las largas pestañas en su mejilla. Son agradables a
la vista
también. Me siento en la silla junto a la cama y la observo
mientras ella
duerme. Su cara es pálida y hermosa, hasta ahora solo me hacía una
idea,
ahora sé que el resto de su piel es un color rosa perfecto. Su
cabello castaño se
extiende como un abanico sobre la almohada, y con cuidado se lo
aparto de la
cara. Se siente suave y sedoso. Su boca está ligeramente abierta,
y le paso mi
pulgar sobre su delicioso labio inferior, y mi aliento se agita
por lo suave que se
siente eso también. Mm, Mm, me estoy imaginando como sería
follar esa boca...
¡Oh por Dios detente Grey! Todo en esta mujer parece bello y dulce, pero
ese
hecho me provoca una erección dura y dolorosamente sólida como una
roca.
Me parece que su respiración es tranquilizadora de alguna manera.
No sé cuánto tiempo me siento allí sólo a mirarla, pero finalmente
me pongo
mis pantalones de pijama y me meto en la cama también. Me acurruco
detrás
de ella y entierro mi nariz en su cabello. Ella huele divinamente,
es
embriagadora, sensual y también de alguna manera inocente. ¿Cómo
es eso
posible?
~ ~ ~
Despierto sintiéndome sorprendentemente descansado y fresco,
después de
haber dormido tranquilamente durante varias horas, me doy cuenta
al echar
un vistazo al reloj. Mi brazo está alrededor de la cintura de
Anastasia, mi pierna
doblada sobre la de ella. ¡Mierda! si se despertara ahora creo que
entraría en
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pánico, sobre todo con mi erección dura como roca excavando en su
espalda de
esta manera.
De mala gana me desenredo de ella. Gentilmente la beso en la
mejilla, y ella
murmura en sueños, estoy más que emocionado cuando es mi nombre lo
que
oigo saliendo de sus labios. Espero que ella esté teniendo un
sueño bueno
sobre mí, no una pesadilla.
Ella no despierta todavía. Esperemos que la resaca no sea muy
mala,
seguramente el agua que le obligué a beber la rehidrató. Mmm, tal
vez una
mala resaca le enseñaría una lección sobre cómo acabar tan
estúpidamente
borracha, pero supongo que su experiencia con los vómitos
probablemente será
un muy buen elemento disuasorio. La idea de que pudo haber acabado
en la
cama del fotógrafo, y que despertara allí aún me pone furioso.
Decido que me voy a distraer al gimnasio haciendo ejercicio para
tratar de
disipar todos estos pensamientos frustrantes. La frustración por
tener
Anastasia en mi cama, pero fuera de los límites. La frustración
por no enseñar
a José Mierda Rodríguez la lección que merece.
Primero le envió un mensaje de texto a Elliot.
*Dile a Kate que Ana está bien. Espero que
usaras un preservativo*
Estoy sorprendido al tener respuesta inmediatamente.
*Le dije a Kate sobre Ana. Usamos una caja
entera de condones. Entonces, ¿tú
también has tenido sexo hermanito?*
Niego con la cabeza y sonrío con las bromas de Elliot. Ó me
molesto en
contestar.
Antes de irme, dejo en la mesita de noche un vaso de jugo de
naranja y un par
de Advil, que estoy seguro que Ana apreciará cuando se despierte.
Ella no debe
salir o ir a ninguna parte mientras no estoy, ya que no tiene
ropa, pero llamo
Taylor de todos modos.
—Estoy yendo al gimnasio. Mantén a la señorita Steele bajo
estrecha vigilancia.
—Sí, señor. Ella está totalmente eh...recuperada?
—Todavía durmiendo como un bebé. Sólo me iré una media hora.
—Muy bien señor la ropa de la señorita Steele ha ido a la
lavandería. Tengo su
ropa nueva.
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—Yo se la daré cuando vuelva.
No quiero que la tenga antes de que yo vuelva,
ella puede vestirse y salir
corriendo. No quiero que ella vaya a ninguna
parte, realmente necesito hablar con
ella. Mierda, necesito verla, y punto.
~ ~ ~
Cuando regreso del gimnasio, tomo la bolsa de la de ropa que
Taylor compró
para Anastasia, él está sentado leyendo en la sala de estar de la
suite con la
puerta del dormitorio en su línea de visión directa.
—Situación sin cambios con la señorita Steele, — me informa Taylor
y luego se
despide de sus responsabilidades de niñera.
Mierda, ¿entro al cuarto o toco la puerta? Al final mejor toco la
puerta, pero
entro sin esperar la respuesta. Realmente necesito una ducha
después de mi
sesión de ejercicios de castigo en el gimnasio.
¡Está despierta! Pero cuando ella me ve, se da la vuelta y cierra
los ojos.
—Anastasia Buenos días. ¿Cómo te sientes? — Se ve aún más frágil y
etérea de
lo habitual. Me doy cuenta de que ha bebido el jugo de naranja y
tomado el
Advil. Eso es bueno.
—Mejor de lo que me merezco. — Murmura con voz débil. — ¿Cómo
llegué
aquí?
Parece que está bastante avergonzada por lo que pasó anoche, eso
está bien,
después de hacer semejantes tonterías.
Me siento en el borde de la cama mientras le explico que la traje
aquí, con la
excusa de que estaba más cerca que su casa y no quería arriesgar
la tapicería
de cuero de mi coche con su vomito. La verdad es que nunca iba a
dejarla lejos
de mi vista en la condición que se encontraba
— ¿Tú me acostaste en la cama? — Su voz es apenas audible.
—Sí
— ¿Vomité otra vez?
—No.
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— ¿Tú me desvestiste?
—Sí.
— ¿Nosotros no...?
Está tan horrorizada que en realidad no puede pronunciar las
palabras para
preguntarme directamente si follamos o no. Se sienta y mira
fijamente sus
manos, mortificada.
—Anastasia, estabas en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gustan
mis
mujeres sensibles y receptivas, — le digo.
¿Qué clase de bastardo enfermo en verdad crees
que soy? Pues bien, tal vez soy
un bastardo enfermo, pero solamente siempre
con las mujeres que realmente
quieren que yo lo sea y que están plenamente
conscientes.
—Lo siento mucho, — susurra, claramente muy avergonzada de sí
misma.
Bueno, así debe estar.
—Fue una noche muy entretenida. Una que no voy a olvidar en mucho
tiempo,
— le digo sinceramente con un poco de diversión. Desde luego, no
estaba
aburrido, eso es seguro, el aburrimiento es mi peor enemigo. Me
aburro muy
fácil y rápidamente.
—No hacía falta que me localizaras con alguna cosa tipo James Bond
que estés
desarrollando para el mejor postor, — me dice, después de haberse
ofendido
por alguna razón que no puedo comprender.
¡Hey!, espera un momento jovencita. Salvo tu
delicioso trasero de las atenciones
de ese fotógrafo hijo de puta ¿no? Vamos a
aclarar las cosas aquí.
—En primer lugar, la tecnología para rastrear teléfonos móviles
está disponible
a través de Internet. En segundo lugar mi empresa no invierte o
fabrica
cualquier tipo de dispositivos de vigilancia, y en tercer lugar,
si yo no hubiera
ido por ti, probablemente te habrías despertado en cama del
fotógrafo, y por lo
que puedo recordar, no te entusiasmaba mucho esa idea.
La miro enojado, ella no parece darse cuenta del peligro en el que
se puso. Pero
por alguna razón, a ella le parece gracioso lo que he dicho. Se
muerde el labio y
empieza a reírse de mí.
— ¿De qué crónica medieval escapaste? Suenas como un caballero de
la corte,
— ella se ríe de mí. El sonido de su risa la hace simplemente
irresistible, y a
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pesar de mí mismo me encuentro sonriéndole a esta mujer
frustrante, aunque
todavía estoy enojado con ella.
—Anastasia, no lo creo. Caballero oscuro tal vez. — No quiero que
ella se haga
la ilusión de que soy alguna clase de un caballero blanco puro. Si
pudiera leer
mi mente sabría exactamente lo que quiero hacer con ella, sin duda
lo sabría.
Pero dejemos eso de lado, yo necesito que ella se dé cuenta de lo
irresponsable
que ha sido.
— ¿Comiste anoche?
Ella niega con la cabeza.
—Tienes que comer. Por eso te pusiste tan mal. Honestamente,
Anastasia, es la
regla número uno cuando se está bebiendo. — Tonta, chica tonta,
frustrante.
— ¿Vas a seguir regañándome?
— ¿Eso es lo que estoy haciendo?
—Creo que sí.
—Tienes suerte de que solo te esté regañando.
— ¿Qué quieres decir?
—Bueno, si fueras mía, no serías capaz de sentarte durante una
semana
después de la tontería que hiciste ayer. No comiste, te
emborrachaste, te
pusiste en riesgo. No quiero ni pensar lo que podría haber
sucedido.
—Habría estado bien. Estaba con Kate. — Ana me frunce el ceño.
Espontáneamente saltan a mi cabeza las imágenes de Ana luchando y
rogándole al fotógrafo para que parase, cómo la abrazaba con
fuerza entre sus
brazos. Cómo le sostenía la barbilla para poder besarla, y cómo
todo esto
habría acabado si no hubiera llegado allí cuando lo hice. Me
imagino sus
manos codiciosas tocándole los senos, arrancándole la ropa. Sacudo
la cabeza
para disipar las imágenes perturbadoras.
—Y el fotógrafo. — Le recuerdo con acritud.
—José solo se pasó de la raya, — se encoge de hombros. Parece no
tener idea
de cómo las cosas podrían haber sido diferentes muy fácilmente.
Desde luego
ella no le podría haber detenido en el estado en que se
encontraba.
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—Bueno, la próxima vez que se pase de la raya, tal vez alguien
debería
enseñarle buenos modales.
Le voy a sacar la mierda a golpes si él te
pone ni siquiera un dedo encima otra
vez.
—Tú eres bastante disciplinario, — me susurra Ana.
No tienes ni idea de lo cierto que es eso Ana.
Quiero verte extendida sobre el
banco de azotes. Flagelarte, es lo que te
mereces, que tu trasero se ponga de
color rosa brillante, y luego una follada dura
de castigo. Entonces ibas a
aprender. O tal vez un latigazo, eso realmente
te pondría en la línea.
Me gustan estos pensamientos tanto que no puedo evitar sonreír
ante Ana
cuando la imagino conmigo en mi cuarto de juegos. Pero me tengo
que frenar
por ahora.
—Me voy a tomar una ducha. A menos que quieras bañarte tu primero?
— ¿O
podemos ducharnos juntos? Por la mirada de Ana, ella está teniendo el
mismo
pensamiento. Ella me mira y se olvida de respirar mientras observa
todo mi
cuerpo. No puedo evitar pasar mi pulgar por su mejilla y por todo
su labio
inferior.
—Respira, Anastasia, — susurro, encantado de que ella sienta la
atracción que
hay entre nosotros, tanto como yo. Hay esperanza para nosotros, la
esperanza
de que ella esté de acuerdo con lo que quiero de ella. Pero lo
primero es lo
primero. Ella tiene que comer.
—El desayuno estará aquí dentro de quince minutos. Debes estar
muerta de
hambre.
Luego me dirijo al baño para ducharme.