La Srta. Anastasia Steele
me está llamando. Y no puedo creer lo
jodidamente feliz que estoy por eso ¿que soy, un adolescente o
qué?
—Er… nos gustaría seguir adelante con la sesión de fotos para el
artículo, —
me dice con voz entrecortada, un poco nerviosa. — Mañana, si le
parece bien.
¿Dónde sería conveniente para usted, señor?
Sólo escuchar que ella me llame 'Señor' por teléfono me
hace sentir cosas, pero
me las arreglo para mantenerme tranquilo y sugiero que nos
encontremos en
‘The Heathman’ a las nueve y media de la mañana siguiente.
Diablos, me puedo quedar en Portland un poco más, puedo trabajar
desde
aquí, que Taylor y Andrea organicen las cosas para mí, ese es su
trabajo.
Trato de convencerme de que tal vez ver a la señorita Steele de
nuevo me
ayudará a librarme de esta molesta e inconveniente obsesión por
ella que
parece que he desarrollado, pero la verdad es que no puedo hacer
nada por mí -
Tengo que verla de nuevo.
~ ~ ~
Y todavía está ahí. Lo siento cuando nos damos la mano, cuando nos
encontramos a la mañana siguiente. Ese zumbido eléctrico entre
nosotros. ¿A
qué se debe todo esto? Pero a medida que nos tocamos, yo sé que
ella también
lo siente, porque su respiración se vuelve irregular y se sonroja,
en ese tono
sexy de color rosa que empieza a resultarme muy familiar. Me
gustaría ver su
trasero con esa sombra de color rosa después
de haberla azotado. De hecho
desde que ella me pregunto si yo era gay,
¿cómo mierda se atrevió?
Anastasia me presenta a Katherine Kavanagh. Vaya, me alegro de que
no fuera
ella la que cayó en mi oficina. Oh, por supuesto, ella es atractiva
pero de una
manera convencional, pero ella no me interesa en lo más mínimo. Es
mandona
y controladora de una manera que me parece de lo más desagradable
en una
mujer.
No, definitivamente prefiero ver a la señorita Steele cualquier
día de la semana.
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Sobre todo porque ella está usando jeans
ajustados que exhiben ese trasero
delicioso, ah, y esas largas y exquisitas
piernas... y en cuanto a sus tetas
perfectas en esa apretada camiseta... Cristo
lo que podría hacerle.....
Pero entonces me siento muy disgustado al ver la mirada entre
Anastasia y el
fotógrafo, José Rodríguez. Espero que Welch no se haya equivocado
con su
control de seguridad y haya pasado por alto el hecho de que ella
tiene un novio,
voy a estar muy cabreado con él si así fuera.
Mierda, el fotógrafo realmente quiere meterse
en sus bragas a lo grande. Eso es
seguro como el infierno.
— ¿Dónde me prefiere? — Le pregunto fríamente, y en su mirada sé
que él sabe
exactamente que le estoy amenazando. Realmente no debería meterse
conmigo
si sabe lo que es bueno para él.
Pero entonces la dominante Katherine Kavanagh se hace cargo de la
sesión y
algún estúpido me ciega con las luces – esto es lo que pasa por
delegar en
estúpidos amateurs, supongo, y me pasa por haber aceptado posar
para las
fotos.
Pero me muestro amable, porque significa que puedo ver a Anastasia
durante
siguientes veinte minutos más o menos. Mierda, es tan tímida que
sólo logro
captar sus ojos dos veces en todo ese tiempo, así que es muy
difícil evaluar si
vale la pena tratar de hacer funcionar las cosas con ella.
¿Podría realmente ser mi nueva sumisa?
Adiestrarla en mis gustos particulares
sería tan excitante... Demonios, de verdad la
quiero, así que sólo tengo que darle
una oportunidad. Y porque estoy acostumbrado a que las cosas
sean a mi modo
todo el tiempo, el fracaso no es una opción.
— ¿Quisiera caminar conmigo, señorita Steele? — Le pregunto cuando
la sesión
de fotos por fin termina.
Ella se queda realmente sorprendida por mi petición, parece que no
tiene ni
idea de que me resulta atractiva. Tan ingenua, tan seductora.
El fotógrafo no se alegra cuando ella rápidamente acepta, y cuando
tengo la
puerta abierta para que salga conmigo, él frunce el ceño con
fiereza. Chico rudo
de mierda.
Cristo, ella se pone tan nerviosa cuando se para ahí, y me pongo
duro de
inmediato, sobre todo cuando me imagino todos las maneras posibles
que
podría emplear para remediar eso. Ah, sí, tenerla bien atada y
entonces usar el
látigo, el flagelador, o incluso una fusta... pero debo
contenerme. Ella bien
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podría correr cien kilómetros si tuviera una sola pista de lo que
quiero de ella.
Pero no puedo dejar que eso pase, no puedo.
Espero a Taylor que nos sigue. Su rostro es tan impasible como
siempre, pero
sé que debe picarle la curiosidad en cuanto a por qué estoy
rompiendo mi
protocolo habitual para seleccionar activamente una nueva sumisa
por esta
particular chica de pelo castaño, él ha visto lo suficiente durante
los años que
ha trabajado para mí para saber cómo funcionan las cosas
normalmente. Pero
por supuesto sabe que no debe hacer ninguna pregunta.
—Yo te llamo, Taylor, — digo en voz baja, y el desaparece hacia la
salida.
—Me preguntaba si te gustaría acompañarme a tomar café esta
mañana, — le
pregunto a Anastasia, y estudio cuidadosamente su cara para
calibrar su
reacción, incapaz de resistir a mirar su hermoso rostro. Oh
esos impresionantes
ojos azules, no es de extrañar que haya estado
soñando con ellos cada noche,
Nunca había visto un color de ojos tan
increíble antes. Siempre he seleccionado
sumisas con los ojos marrones.
Ella se ve completamente asombrada y sorprendida por mi petición.
—Debo llevar a todos a casa, — murmura ella finalmente mientras
retuerce
nerviosamente sus dedos otra vez.
¡Mierda! ¿Me está rechazando? No, ¡No puede ser! No voy a dejar
que eso
suceda.
—TAYLOR. — Le llamo de vuelta. — ¿Regresan a la universidad? —
Pregunto.
Cuando ella asiente con la cabeza silenciosamente, le digo que Taylor
puede
llevar a sus amigos de vuelta y rápidamente, le explico. Problema
solucionado.
Ahora puede tomar un café conmigo.
Pero en lugar de eso me frunce el ceño, y por un terrible momento
creo que me
va a rechazar, de nuevo.
Pero entonces ella viene con su propia solución. Va a cambiar los
coches con su
amiga Kate. Así que ella si desea tener una cita conmigo.
Yo estoy estúpida y
ridículamente complacido por eso, y le doy una de mis mejores
sonrisas
ganadoras mientras ella vuelve a la habitación para arreglar las
cosas con su
amiga.
Después de lo que parece una eternidad, ella por fin vuelve a
aparecer.
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—Está bien, vamos por el café. — susurra mientras me mira con
timidez y se
sonroja profundamente una vez más. Sólo deseo saber exactamente lo
que está
pensando para ruborizarse de esa manera, intrigante.
—Después de usted, señorita Steele, — le sonrío, la dejo ir
delante de mí para
poder disfrutar de la forma en que se mueve ese perfecto culito
mientras
camina.
Christian Grey, gerente general de Empresas Grey, y dominante
supremo
BDSM, nunca ha ido a una cita para conseguir una nueva sumisa
antes. Por
esta atractiva y fascinante criatura que parece haberme seducido, voy
a una
cita. Reto aceptado.
~ ~ ~
Al caminar juntos por el pasillo del hotel, suavemente empiezo mi
interrogatorio
a la señorita Steele. Tengo que averiguar qué tan apegada está a
sus amigos y
familiares, para determinar si podría haber algún problema con
ella
adaptándose al estilo de vida que conlleva ser mi sumisa.
— ¿Cuánto hace que conoces a Katherine Kavanagh?
Es evidente que la tenaz señorita Kavanagh tiene una influencia
considerable
sobre ella, porque se las arregló para convencerla de conducir
todo el camino de
Portland a Seattle para hacerme una entrevista. Gracias a Dios
que lo hizo.
—Desde nuestro primer año. Ella es una buena amiga.
—Hmm.
Ella podría ser un problema, ya que espero que mis sumisas
dediquen cada fin
de semana a mí, no a sus “amigos”. Ellas tienen que estar
disponibles para el
sexo siempre que y cuando yo quiera. Ese es el trato. Y por lo
general quiero
mucho. Por supuesto que voy a querer con la señorita Steele.
Pulso el botón de llamada del ascensor, y en cuanto las puertas se
abren
revelan una joven pareja en un abrazo apasionado, que rápidamente
se
sobresalta y se separa.
Puedo ver que Anastasia se sonroja de nuevo y se esfuerza por
ocultar una
sonrisa mientras me mira a escondidas a través de sus pestañas.
¡Dios!, ella se
ve tan adorable cuando hace eso.
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Al llegar a la planta baja se abren las puertas, tomo su mano para
llevarla
afuera. Resulta que realmente me gusta la sensación de su pequeña
mano en la
mía.
Al escuchar a la joven pareja en el ascensor riendo mientras nos
alejamos, no
puedo evitar sonreír.
— ¿Qué pasa con los ascensores? — Murmuro, pero la verdad es que
entiendo
muy bien cómo el espacio cerrado de la cabina aumenta la atracción
sexual.
Salimos del hotel y giro a la izquierda hacia “Portland Coffee
House” que sé que
está cerca, gracias a una investigación rápida que hizo Taylor. Me
aseguro de
evitar la puerta giratoria, porque entonces tendría que soltarle
la mano, y yo no
quiero soltarla. La señorita Steele parece feliz, la veo
intentando evitar una gran
sonrisa en su rostro. Me gustaría ver esa sonrisa en su totalidad.
Sé que ella
tiene una sonrisa de infarto.
Caminamos cuatro cuadras hasta la cafetería, y le sugiero que
elija una mesa
mientras yo busco las bebidas. Ella me sorprende con su elección,
té Twining’s
English Breakfast, bolsa fuera. Me dice que no es entusiasta del
café.
¿Seguramente todos beben café?
Sus ojos se abren cuando le pregunto si quiere azúcar, y luego
mira hacia abajo
a sus dedos tímidamente, y declina cualquier cosa para comer. ¿Qué
está
pensando?
Sé que ella me está mirando cuando estoy en espera de ser
atendido. Eso está
bien, no hay problema, hay pocas dudas de que le gusta lo que ve.
Y seguro
como el infierno de que me gusta lo que veo. Mientras me reúno con
ella en la
mesa está absorta en sus pensamientos e inconscientemente se
muerde el labio
inferior y me parece increíblemente erótico.
— ¿Un centavo por tus pensamientos? — La asusto, y una vez más se
sonroja.
Espero que eso signifique que ella está teniendo pensamientos
eróticos sobre mí
también. Me gustaría poder estar seguro, sin embargo, esta chica
es un
enigma. Estoy acostumbrado a las mujeres que caen sobre sus
rodillas para
estar cerca de mí.
Cuando le paso el té, ella todavía no me ha contestado, así que le
pregunto de
nuevo.
— ¿Tus pensamientos?
—Este es mi té favorito—, ella responde con evasivas, indicando la
bolsa de té
Twining’s English Breakfast.
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No, ella no suelta nada, no se abre en lo absoluto, criatura
poco frustrante que
es. Observo como ella mete la bolsa de té en la tetera y luego la pone
fuera casi
de inmediato.
—Me gusta el té negro y poco cargado, — explica mientras ve mi
mirada algo
confundida.
Bien, hora de cortar por lo sano y averiguar
lo que necesito saber.
—Ya veo. ¿Es tu novio? — Pregunto, necesito establecer con certeza
que ella es
definitivamente soltera. Yo no comparto.
— ¿Quién?
—El fotógrafo. José Rodríguez.
—No. José es un buen amigo mío, eso es todo. ¿Por qué cree que es
mi novio?
—La forma en que le sonríes, y él a ti.
La miro fijamente a los ojos para comprobar si está mintiendo
acerca de esto.
Yo lo sabría. Soy un experto en esto, es una de las razones por
las cuales tengo
tanto éxito. Sé que cuando la gente está mintiendo.
—Es más como de la familia. — me asegura, y yo le creo. Está bien.
Ella mira como pelo el papel de mi magdalena de arándanos. Pienso
en lo que
más me gustaría pelar. Todas sus ropas, para que yo pudiera
mirar libremente
en ese cuerpo exuberante
— ¿Quieres un poco? — Ofrezco, pero ella se niega.
—Y el chico que conocí ayer, en la tienda. Él tampoco es tu novio?
— Mejor
comprobar para estar completamente seguro.
Ella parece un poco irritada mientras me contesta esta vez.
—No. Paul es sólo un amigo. Se lo dije ayer. ¿Por qué lo pregunta?
—Pareces nerviosa alrededor de los hombres, — afirmo.
—Usted me parece intimidante, — responde ella, mientras se sonroja
profundamente otra vez. Estoy sorprendido por esta respuesta tan
sincera, pero
me parece que su honestidad está bien. Tal vez he subestimado a la
señorita
Steele.
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—Deberías encontrarme intimidante. Eres muy honesta. Por favor, no
mires
hacia abajo. Me gusta ver su rostro, — le sonrío alentadoramente y
ahora es su
turno para mirar sorprendida. —Me da una pequeña idea de lo que
podría estar
pensando. Eres un misterio, señorita Steele. —
—No hay nada misterioso acerca de mí, — resopla con incredulidad.
—Creo que eres muy reservada, — comento. Sí, ella no da mucho de
sí. —
Excepto cuando te sonrojas, por supuesto, lo que pasa a menudo.
Sólo deseo
que saber lo que te hace sonrojar. —
Oh señorita Steele, de verdad espero que sea
porque al igual que yo tiene
algunos pensamientos sucios, en serio fantaseo
sobre follarte en todas las
posiciones posibles.
— ¿Siempre hace observaciones tan personales?
—No me había dado cuenta de que lo hacía. ¿Te he ofendido? —Estoy
sorprendido por su honestidad de nuevo. Creo que ella esconde una
mujer
valiente bajo ese exterior tímido. Para mi gran sorpresa, me
parece fascinante,
tan refrescante después de todas las mujeres “sí” que siempre
tengo a mi
alrededor.
—No, — responde ella. —Pero usted es muy prepotente.
Ahí está otra vez, esa racha audaz. Por lo general nadie se atreve
a quejarse de
mi comportamiento y me siento un poco avergonzado al pensar que
tal vez la he
molestado.
—Estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera Anastasia, en
todo, — le
digo a modo de explicación.
—No lo dudo. ¿Por qué no me ha pedido que le llame por su nombre
de pila?"
Ella parece realmente molesta por eso. Bueno, por supuesto, estoy
acostumbrado a que me llamen “Señor” o “Maestro”, pero no hemos
llegado a
esa parte de las cosas todavía? Así que por ahora me explico.
—Las únicas personas que usan mi nombre de pila son mi familia y
algunos
amigos cercanos. Así es como quiero que sea. — Me cuesta reconocer
que su
forma de decir mi nombre cuando salía de mi oficina la semana
pasada ha
estado en mi mente atormentándome.
Basta ya de todo esto, no voy a tenerla desafiándome. Yo soy el
que tiene el
control aquí. Cambio el tema de la conversación para preguntarle
sobre su
familia. Necesito saber si hay relaciones con familiares cercanos
que pudieran
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suponer un obstáculo para ser mi sumisa cada fin de semana, pero
nada de lo
que me dice me causa ningún motivo de gran preocupación.
Ella no cuenta mucho, pero me sorprende enterarme el que ella
eligiera vivir
con su padrastro en lugar de con su madre cuando tenía quince
años. Hmm,
debe estar muy unida a él entonces. Su madre parece un poco
atolondrada si
ella está en su cuarto matrimonio. No detecto ese rasgo en
Anastasia.
Ahora da la vuelta y pregunta por mi familia, y muy brevemente le
contesto,
pero yo no he venido aquí para hablar de ellos. Ellos no son de
ningún interés
para una sumisa.
Luego hablamos de viajar al extranjero. Me cuenta que nunca ha
dejado
EE.UU. continental, y me imagino a mí mismo mostrándole lugares
como París
e Inglaterra cuando veo la forma en que su rostro se ilumina cuando
ella habla
acerca de Shakespeare y Hardy. Pero justo cuando está empezando a
abrirse
un poco, se da cuenta del tiempo que lleva nuestra cita. ¡No!
—Será mejor que nos vayamos. Tengo que estudiar—, me informa
mientras le
echa un vistazo a su reloj.
— ¿Para tus exámenes?
—Sí, comienzan el martes.
Supongo que no sería justo tratar de discutir con ella para que se
quedara un
poco más. Estos exámenes son importantes para ella, lo entiendo y
lo respeto.
Me ofrezco a caminar de vuelta al estacionamiento del hotel donde
está el coche
de la señorita Kavanagh.
Pero, al menos nada de lo que he sabido esta mañana me ha dado
ningún
motivo para descartar la posibilidad de tenerla como mi nueva
sumisa. Ese
pensamiento me hace feliz y sonrío, pensando en lo divertido que
será
entrenarla para el papel. Oh sí, efectivamente, encadenar,
flagelar y follar a la
deliciosa señorita Steele en mi cuarto de juegos. Follarla de
verdad duro. Basta
Grey, estas yendo muy lejos otra vez.
Pero no puedo dejar de pensar en la ropa que me gustaría verle
puesta, en
lugar de la basura barata que por lo general usa. Realmente me
gustaría verla
con una blusa de seda de corte bajo, con una falda ajustada y unos
“No me
jodas” tacones súper altos. Louboutins son los zapatos elegidos
para mis
sumisas, y con esas piernas largas hermosas... hmm, se lucirían.
— ¿Siempre usas jeans? — Le pregunto.
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—Normalmente. — Confirma.
Ya me lo imaginaba. Bueno, eso significa que nadie más va a verla
vestida como
realmente debe ser. Yo puedo encargarme de su guardarropa para
satisfacer
mis gustos.
Ya casi estamos de vuelta en el hotel, cuando me suelta:
— ¿Tienes novia?
¿¡QUÉ?! Bueno, supongo que es lo justo, puesto que yo le he
preguntado lo
mismo. Pero ella no tiene ni la menor idea de lo que yo hago. Tan
ingenua, tan
inocente.
—No, Anastasia. Yo no hago eso de las novias. — Le informo con
cuidado y veo
su mirada de confusión.
¿Para eso pensaba ella que era esta “cita”? Mierda, por supuesto
que lo hizo.
Puedo ver por su mirada avergonzada que estoy en lo cierto y ahora
no puede
huir con la suficiente rapidez. En su afán camina y tropieza en la
calle y veo a
un ciclista venir directamente hacia ella mientras se dirige en
sentido contrario
por esta calle de una vía.
— ¡Mierda, Ana! — Tiro de su mano para que ella caiga contra mí
cuando el
ciclista pasa disparado.
Antes de darme cuenta, la estoy abrazando fuertemente contra mi
pecho, y me
abruma inmediatamente lo fantástico que me siento al tenerla en
mis brazos,
descubro que ella huele simplemente divino, sobre todo su pelo. La
sostengo
cerca mientras acaricio la piel perfecta de su rostro para
asegurarme de que
está ilesa. Estoy a punto de gemir cuando paso mi pulgar por la
silueta de su
boca. Ese labio inferior que ella muerde es tan suave y seductor.
— ¿Estás bien? — le susurro, ella me mira con anhelo, mira
fijamente a mi
boca, y yo sé que ella realmente quiere que la bese. De hecho,
ella está
prácticamente rogándome que la bese. Ah, y yo realmente, de verdad
quiero,
estoy sin aliento por la necesidad, pero al mirar a esos ojos
azules maravillosos
e inocentes, que parecen ver todo en mí, entrando en la oscuridad
de mi alma,
vuelvo a mis sentidos.
¿Por amor a Dios qué estoy haciendo, al jugar con esta hermosa y
dulce chica
inocente? Ella se merece un hombre mucho mejor que un individuo
jodido
como yo. ¿Qué he estado pensando? ¿No tengo un hueso decente en mi
cuerpo?
Sacudo la cabeza para reponerme, para tratar de romper el hechizo
que esta
mujer fascinante parece haber arrojado sobre mí.
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—Anastasia, debes mantenerte alejada de mí. Yo no soy hombre para
ti—, me
las arreglo para susurrar. —Respira, Anastasia, respira. Me voy a
levantar y a
soltarte.
Puedo ver que ella se siente mal, muy molesta por mi
aparente rechazo hacia
ella. Los dos sabemos que ella estaba rogándome que la besara, y
sin embargo
no lo hice. La levanto con el brazo extendido para asegurarme de
que no se va a
desmayar o cualquier otra estupidez.
—Lo tengo, — insiste, ahora claramente avergonzada. —Gracias.
— ¿Por qué? — Pregunto, sin soltar sus hombros sosteniéndola. ¿Qué
me
agradece, no llevarla por el camino oscuro de BDSM? ¿Por recobrar
la cordura
a tiempo?
—Por salvarme.
—Ese idiota iba en sentido contrario. Me alegro de haber estado
aquí. Me
estremezco al pensar lo que podría haber sucedido. ¿Quieres venir
y sentarte en
el hotel un momento?
La suelto ahora, ella niega con la cabeza, antes de envolver los
brazos a su
alrededor y cruzar rápidamente el camino de regreso al hotel, yo
sigo detrás de
ella.
Fuera del hotel, se gira para hacerme frente, pero no me puede
mirar a los ojos.
—Gracias por el té y por hacer la sesión de fotos. — murmura, es
evidente que
aún está molesta y humillada por el giro de los acontecimientos
entre nosotros.
Me siento como una mierda completa, y lucho para tratar de decirle
algo, algo
que se explique que estoy lo haciendo por su propio bien, a pesar
del hecho de
que ella me llama en algún nivel profundo de una manera que nunca
he
experimentado en mi vida. Pero las palabras no pueden explicar o
excusar mi
comportamiento. Quiero hacerla mi sumisa, mi esclava sexual. Es
mejor para
ella de esta forma.
— ¿Qué, Christian? — Ella me grita.
¿Qué puedo decir?
—Buena suerte con tus exámenes. — es la única cosa que finalmente
logro
pronunciar.
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Ella me mira con disgusto y escepticismo.
—Gracias, — dice con sarcasmo. —Adiós Sr. Grey.
Se da la vuelta y desaparece hacia el garaje subterráneo.
Yo me quedo con angustia, sintiéndome tan confuso y desolado por
haber
dejado a la señorita Anastasia Steele salir de mi vida.
Saco mi móvil y llamo a Taylor para que venga a buscarme,
preguntándome
cómo diablos me voy a sacar a esta mujer de la cabeza.
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